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La geohistoria se aprende en la calle

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Friday, December 16, 2011

Trabajar durante veinte años en el Liceo Luis Espelozín de Catia como docente le dio a Elizabeth Aponte la certeza de que un maestro nunca debe detener su reflexión sobre la práctica pedagógica.


“Un maestro debe desaprender, tener una gran disposición a cambiar, a propiciar el trabajo en equipo, a comprender la importancia del trabajo cooperativo, a investigar
y a aprender haciendo”, afirma.


Esa convicción la acompañó durante su carrera docente y la impulsó a encontrar nuevas formas de enseñar una disciplina que no se puede desarticular de la historia: “porque toda sociedad tiene su espacio y todo espacio tiene su historia y es una forma de articular las nociones de tiempo y espacio”.


Para Elizabeth Aponte la clave de la enseñanza está en tomar como punto de partida la realidad compleja y diversa de la localidad, de ese espacio inmediato de los alumnos, y establecer un puente con los espacios regional, nacional y mundial.

Otra clave para la profesora Aponte fue analizar la historia desde el presente porque ella “es una sucesión de presentes”.

Apenas había egresado del Pedagógico cuando se enfrentó a una enseñanza de una Geografía y de una Historia totalmente desarticuladas y alejadas de la realidad inmediata de los estudiantes. Pero el entusiasmo por la enseñanza le hizo emprender un camino contrario a la corriente que aún recuerdan sus alumnos de Catia.

Salir del aula
“En el Liceo Luis Espelozín hice una labor pedagógica a partir de la realidad del entorno. Articulamos la realidad del espacio de Catia con los contenidos programáticos e hicimos un trabajo sobre los buhoneros”.


“Pude vincular ese mercado de calle con lo que me pedía el programa porque esa era la realidad de muchos alumnos. Sus padres eran buhoneros y ellos mismo trabajaban en esa actividad los fines de semana. Yo establecí un vínculo con la historia de la transformación de la Venezuela agraria en la Venezuela urbana. Los muchachos hacían entrevistas y registros, investigaron y descubrieron que Nueva Caracas nació en 1929, y que luego sucedieron las expansiones. Averiguaron el origen de los habitantes, cómo eran las casas, de dónde provenían los productos que vendían los buhoneros, quiénes los producían, cómo llegaban hasta allí...y así aprendieron de los sectores de la economía, de la historia de las esquinas de la parroquia e hicieron un plano del contexto espacial. En clase articulábamos ese aprendizaje con la región y lo nacional”.


Cuando Elizabeth Aponte intentaba relacionarlos con otras disciplinas se topaba con profesores más atentos a cumplir con los contenidos programáticos que a experimentar con nuevas formas didácticas.

“Me daba cuenta de que para mí las cosas no iban a funcionar de esa manera, pero los directivos siempre respetaron mi trabajo porque tenía elementos y criterios docentes y así evitaba que me los desmontaran. Siempre me apoyaron, aún cuando había limitaciones de infraestructura. Cuando hice la maestría tuve más criterios para poder avanzar pues ya tenía una formación, una concepción más sólida y, sobre todo, mayor fortaleza teórico-metodológica”.


La geohistoria y la literatura
Elizabeth Aponte tiene en su haber otra buena práctica de la enseñanza de la geohistoria. Transformó en experiencia una propuesta de la profesora María Victoria Valentín sobre el uso del recurso literario en la enseñanza de estas disciplinas:


“Trabajé con la novela Mene, de Ramón Díaz Sánchez, para estudiar el proceso, el cambio y el impacto de la irrupción del petróleo en la Costa Oriental del Lago de Maracaibo. Articulé la novela con los contenidos programáticos de Historia y Geografía de Venezuela. Lo más interesante fue que los muchachos trabajaron con los procesos de lecto-escritura. Realizaron simulaciones, les hice preguntas orientadoras que podían responder luego de un proceso reflexivo y de análisis, e hicieron un mapa de los sitios que aparecían en la novela y de los flujos migratorios de los trabajadores petroleros. Fue otra forma de trabajar el proceso del paso de la Venezuela agraria a la Venezuela petrolera. Descubrí que los muchachos eran creativos y productivos y no repetían lo que decían los libros”.

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