(Nota de la Camara Venezolana de Editores)

Los textos escolares son fuente de conocimiento e información veraz, confiable y actualizada que garantiza, tanto al docente como al alumno, formación y una adecuada guía y orientación en el proceso de enseñanza aprendizaje.

El libro de texto está desarrollado con base a objetivos y propósitos didácticos acordes con el pénsum de estudios. Son conceptualizados, desarrollados, diseñados y editados por un equipo de profesionales que invierten tiempo, conocimientos y talento, para albergar en ellos propuestas con base en información rigurosa y pertinente, así como en modelos de prácticas pedagógicas y actividades para la asimilación de los aprendizajes. Convirtiéndose, de esta forma, en una herramienta que, de la mano del docente, se hace indispensable para la formación de los estudiantes.

Por otra parte, Internet, no siempre es una fuente confiable de información. Procesar, validar o recopilar eficientemente y con criterios de calidad los datos provenientes de dicha fuente, es complejo y requiere orientación. Es por ello que la información que se consigue en Internet puede ser usada como complemento del libro de texto, pero nunca podrá sustituirlo.

Los padres y docentes deben comprender que la compra de los libros de texto escolar es una inversión en la formación de los niños y jóvenes. Son un recurso que tendrán siempre a la mano y que podrán utilizar durante todo el año escolar. El costo de los textos escolares representa un porcentaje muy conservador respecto a la lista escolar. Sin duda, como todo producto en medio de una economía hiperinflacionaria, sufre incremento en sus costos. Sin embargo, ese costo es una inversión para la vida y el futuro de los jóvenes.

Es pertinente hacer un llamado de conciencia tanto a padres, representantes, docentes, centros educativos, así como a comerciantes inescrupulosos, en el efecto dañino que producen; la piratería, la utilización de fotocopias e infracciones online. Extraer en forma indiscriminada material de libros o Internet, viola los derechos de autor y la propiedad intelectual, y atenta contra la innovación, la generación de conocimiento y el arraigo cultural. Así mismo, afecta directa e indirectamente a editoriales, autores, diagramadores, dibujantes, distribuidoras y librerías. Además, atenta contra la sana creación de empleos.

Estas prácticas son incompatibles con una sociedad del conocimiento, donde la mayoría de sus miembros generan un trabajo intelectual y fomentan una cultura propia, de la cual nos debemos sentir orgullosos. Son un anacronismo impropio de sociedades que orientan su desarrollo según principios éticos de carácter mundial.

Valoremos los textos en su justa dimensión y fomentemos el respeto por la propiedad intelectual en resguardo de nuestro acervo cultural, de los autores, del sector editorial y de una educación de calidad.